“Y dejé de llamarte papá”: El impacto familiar del caso de Dominique Pelicot desde la mirada de su hija

“Una bomba, una potente explosión nos ha golpeado de frente, pero debemos permanecer firmes ante lo que queda por venir. A pesar de la desilusión, el dolor y el odio, tenemos que mirar hacia adelante con la cabeza en alto. Me aferro a la idea de que este testimonio hará que la vergüenza cambie de bando”.

El extracto anterior fue escrito por Caroline Peyronnet, hija de Gisèle Pelicot, años antes del juicio contra su padre, quien fue sentenciado a 20 años de prisión por violación agravada y por la producción y distribución de imágenes en contra de su madre.

Al recordar el proceso judicial, una de las frases más emblemáticas que se posicionaron en este caso fue: “que la vergüenza cambie de bando”, marcando un antes y un después en la forma en que una víctima de violencia sexual se enfrenta a la sociedad. De manera estoica, Gisèle tomó la decisión de encarar a su exmarido, junto con otros 50 acusados. De ellos, 46 fueron declarados culpables de violación, 2 de intento de violación y 2 de agresión sexual.

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El mundo estaba atento a la resolución, pero para llegar a esta etapa, Gisèle y su familia debieron prepararse desde 2020 hasta 2024, recorriendo un camino lleno de obstáculos, donde enfrentaron distanciamientos, diferencias, colapsos, traumas y miedos. Ese proceso es precisamente lo que retrata Caroline Peyronnet en su libro Y dejé de llamarte papá, publicado bajo el seudónimo de Caroline Darian.

Con un estilo de diario de vida y autobiográfico, la autora expone su perspectiva como hija de ambos y cómo enfrentó la noticia de que su progenitor sometía a su esposa a violencia sexual y la exhibía en sitios web, utilizando como modus operandi la sumisión química de forma prolongada.

Caroline Darian pasa por el control de seguridad a su llegada al juzgado de Avignon, Francia, el 19 de diciembre.

“Me avergüenzo de ser la hija de ese torturador”

El libro, escrito desde la perspectiva de Caroline Darian, narra con fechas exactas cómo una denuncia externa llevó al caso de su madre y el impacto que esto tuvo en su vida como hija de Gisèle y Dominique.

Al profundizar en los cambios de su madre, relata el deterioro físico que comenzó a experimentar: insomnio, pérdida de cabello y adelgazamiento extremo, además de sus miedos constantes. “Siempre temía sufrir un derrame cerebral, y eso la angustiaba mucho, sobre todo cuando cuidaba de sus nietos o tomaba el tren para venir a verme a la región parisina”.

Todo se borraba gracias a las frecuentes y diminutas dosis de medicamentos que mi padre solía darle. Recuerdo nuestras conversaciones telefónicas, cuando mi madre estaba desorientada o parecía divagar. Sus ausencias nos preocupaban. Nosotros, sus tres hijos, vivíamos a más de setecientos kilómetros de ella. Incluso habíamos pensado en un principio de alzhéimer. Mi padre le restaba importancia. Solía decir: ‘Vuestra madre no sabe cuidarse, siempre está de aquí para allá, es hiperactiva, es su forma de gestionar el estrés’”, expresa la autora.

A medida que avanza la lectura, se exploran las diversas formas en que una persona enfrenta un episodio traumático, el impacto en su salud física y mental, y el dilema de una hija que decide borrar a su padre de su vida, enfrentando profundas contradicciones en el proceso. En la voz de la protagonista, se recorren recuerdos de infancia, momentos con su progenitor y la vida antes del caso.

“¿Quién es realmente mi padre? ¿Dónde está el hombre que una vez me mimó? ¿Dónde está el que me llevaba a la escuela, me animaba en mis actividades deportivas, mis estudios, mis proyectos y, más tarde, en mis elecciones profesionales?”, se pregunta en las páginas del libro.

Sin embargo, Caroline también va aclarando su mente y encuentra la forma de afrontar la verdad. Su proceso se vuelve aún más adverso cuando descubre que no solo su madre fue víctima, sino también ella misma: siendo niña, fue fotografiada por el hombre que prometió cuidarla y amarla.

¿Cómo se afronta algo así? Este texto no solo relata una vivencia, sino también la lucha por la supervivencia y la resiliencia. ¿Qué se hace con el dolor? ¿Qué se hace con el trauma? ¿Cómo se sobrevive cuando vulneran tu integridad? Cada experiencia es distinta, pero en el caso de Caroline, ella decide prepararse para enfrentar a su padre el día del juicio.

Uno de los momentos más impactantes es cuando, en un acto simbólico, “mata” la imagen de su padre y lo describe como un criminal ante el psiquiatra encargado de recopilar los antecedentes en el proceso investigativo.

—¿Cómo se siente?

Traicionada. Y me avergüenzo de ser la hija de ese torturador. Estoy destrozada. Me siento sucia. Me avergüenzo de haber amado a un padre al que creía conocer.

David, Caroline y Florian, los hijos de Gisèle Pelicot, llegan para asistir al veredicto en el juicio contra Dominique Pelicot y 50 coacusados, en el tribunal de Aviñón, Francia, el 19 de diciembre.

Eso es lo más impactante que deja este libro: el relato en primera persona, la voz de una hija que enfrenta múltiples duelos simultáneos. Debe borrar los recuerdos de su infancia con su padre, deshacerse de la imagen del abuelo de su hijo, reconocer a un agresor sexual que utilizó la sumisión química contra su madre y, al mismo tiempo, enfrentarse al escrutinio público.

Caroline Darian no solo conmueve al lector por el horror que expone, sino que también transmite un potente mensaje: el valor de acompañarse en el dolor y luchar por la justicia para su madre y para ella misma.

Autora: Caroline Darian.

Editorial: Planeta.

Colección: Los Tres Mundos.

Traductores: Lydia Vázquez y Lola Bermúdez Medina.

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