Pellegrini imaginó un duelo parecido al vivido en la Liga, pero se encontró con una película muy diferente. Un ejercicio de impotencia desde el inicio hasta el cierre. Fue tanta la diferencia que los límites entre la actitud y la aptitud resultaron muy relativos. El Betis nunca estuvo cerca del Barça. Lo miró desde la lejanía. Esperó su momento sin encontrarlo nunca. Tuvo más miedo que respeto y evidenció que este equipo se parece muy poco al de hace dos y tres campañas. Quizás Pellegrini no encuentre la tecla como la encontraba en otras ocasiones. Pero parece evidente que la plantilla no posee las prestaciones que el club imaginó el pasado verano. Perraud fue un espectador ante el festival de Lamine Yamal. Vitor Roque emuló ese rol desde el otro lado del campo. Nunca hubo una presión conjunta. Ni un atisbo de ímpetu para que la pelea fuese más equilibrada. Isco rozó la desesperación ante un escenario en el que no podía hacer nada. O casi nada.
Hubo algún amago de luz cuando Jesús Rodríguez lanzó sus carreras entre los espacios de un Barcelona que ya se sentía victorioso desde primera hora. El canterano impulsa ese hilo de esperanza que mira al futuro con más dudas que certezas. ¿Es Europa el único escenario viable para salvar la campaña? El plan de Pellegrini hace aguas mientras el club hace cuentas para tratar de mejorar un plantel lleno de debilidades. Solo el enésimo truco del chileno podría parar la crisis.
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