Sin alegría ni acierto, pero sin apuros: el Real Madrid vuelve a ganar fuera de casa

Que Bolonia sea el principio de un buen final. Eso pedía Chus Mateo, el sentir general de un Real Madrid permanentemente enredado esta temporada, en una búsqueda de sí mismo que parece como escapar de un laberinto imposible. La primera de las seis finales fue un ejercicio de seriedad y defensa y, por brevísimos momentos, buen baloncesto ante la Virtus. Un trampolín desde el que impulsarse, del que huir de la “frustración” y la “ansiedad” reconocidas. [67-80: Narración y estadísticas]

Hacía dos meses que los blancos no ganaban a domicilio en la Euroliga (cuatro derrotas), hacía más que no se sentían tan dominadores. No se reencontraron con el triple (otra vez porcentajes impropios, cinco de 20), pero tampoco lo necesitaron. Fueron de más a menos y su relajación en la segunda mitad no hizo peligrar en ningún momento un triunfo coral, burocrático y sin héroes.

Apoyado en un amanecer contundente, como un puñetazo en el sofá. Con Dzanan Musa eléctrico e incontenible y secundarios como Usman Garuba, Andrés Feliz y Serge Ibaka aportando lo que se espera de ellos. Poco pero intenso. Bien es cierto que enfrente estaba una Virtus golpeada por las bajas (Clyburn, Pajola, Belinelli) y las derrotas (seis de carrerilla), penúltimo y desahucidado en Europa.

Se rindieron pronto los de Dusko Ivanovic, como si no les alcanzara la motivación para aguantar el ritmo rival. Ayudó al Madrid que Musa acertara con el primer triple. Resultaron determinantes la calma y la circulación con la que se desempeñó en ataque, con Campazzo a los mandos y sin alardes. Garuba dominando la pintura y, desde el banquillo, el empuje de Feliz para aumentar más y más una ventaja que llegó a los 19 puntos en el segundo cuarto (29-48).

Garuba

No había ambiente ni espíritu de remontada en el Virtus Segafredo Arena. Garuba, buscando su mejor momento desde su vuelta de la NBA, aumentó la distancia (35-57, esa fue la máxima) y aunque los italianos, con Tucker, Morgan y un par de triples intentaron animarse, no encontraron resquicio. Apenas un toque de atención para no bajar la intensidad. Y eso que Bruno Fernando deambuló errático, la peor noticia sin duda para Chus Mateo.

La pena fue que la segunda mitad fue bastante pobre y eso no ayudó en la necesidad de confianza que necesita el Madrid. Mezcla de falta de competitividad y de desacierto. Del amor propio de Shengelia y la falta de alegría blanca. Era como si todos estuvieran deseando acabar.

Era, eso sí, una noche para no fallar. Ni siquiera para dudar. Una derrota en Bolonia no sólo hubiera alimentado todas las dudas, hubiera dejado en una misión casi imposible el camino del Madrid. Ahora sigue estando complicadísimo, hasta para el objetivo de mínimos de estar en el play in. Las siguientes dos estaciones son en el Palacio, ante uno de los casi eliminados, el Asvel, la semana que viene y frente al Milan (que este jueves ganó en Belgrado al Estrella Roja), rival directísimo, la siguiente.

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