- Barcelona: Szczesny; Koundé, Araujo, Iñigo Martínez (Eric García, m. 87), Balde; Frenkie de Jong (Casadó, m. 82), Pedri, Olmo (Gavi, m. 70); Lamine Yamal (Fermín, m.82), Raphinha y Lewandowski (Ferrán Torres, m. 70).
- Benfica: Trubin; Araújo, Antonio Silva, Otamendi; Dahl, Aursnes, Florentino (Barreiro, m. 71), Kökcu (Belotti, m. 71); Aktürkoglu (Amdouni, m. 56), Schjelderup (Renato Sanches, m. 56) y Pavlidis.
- Goles: 1-0, m. 11: Raphinha. 1-1, m. 13: Otamendi. 2-1, m. 27: Lamal. 3-1, m. 42: Raphinha.
- Árbitro Francois Letexier (Francia). Mostró tarjeta amarilla a Silva
Como en los dos partidos anteriores, el Benfica empezó propositivo, efervescente, con llegada al área local, pero el Barça tenía el control del juego. Lamine Yamal con una jugada de una delicadeza extrema, al modo del mejor Messi, dejó sentado a su marcador y ofreció una asistencia de todos los tiempos a Raphinha, que una vez más agujereó a los portugueses. Magnífico gol cuya alegría no duró demasiado porque enseguida empató el Benfica, Otamendi mediante. Araujo falló en su tarea defensiva. De todos modos y pese al disgusto, la jugada y la asistencia del sarraceno perduraban en la memoria de todos y daban confianza en la victoria. En el minuto 15 la UEFA dio por puesto el sol en la ciudad y el árbitro concedió unos segundos a los musulmanes observantes del Ramadán para que se alimentaran. Bonita concesión a la fe, aunque no recordamos ningún gesto parecido hacia los católicos. El laicismo ha cambiado de bando.
Dani Olmo detectaba perfectamente los espacios, cuando él recibía el equipo empezaba a correr. Lamine Yamal continuaba siendo la fábrica de los sueños y todas las ocasiones del Barça llegaban de su mano. Era improbable que tardara mucho más el segundo de los locales, que atacaban con paciencia y si no marcaban era más por falta de acierto propio que por la eficacia de la defensa. Pedri rendía a un nivel extraordinario. La superioridad del equipo de Flick era apabullante. Y el que tenía que marcar finalmente marcó con una parábola de auténtico ultra crack. Hizo volar el balón hasta colarlo por el palo derecho, volviendo inútil la estirada del portero. Este chico hace cosas que no veíamos desde hace muchos, demasiados años.
El Barça continuó con su ataque y gol sereno, ordenado, en el que no siempre comparecía la genialidad pero se mantenía ajeno al caos. Aunque podía marcar en cualquier momento, la sensación era, como en los últimos partidos, que Lewandowski empieza a llegar mal y tarde a casi todo. Todo lo contrario de Raphinha, que marcó el tercero haciendo justicia a lo que se había visto hasta aquel momento sobre el terreno de juego.
La segunda parte se presentaba retórica, innecesaria, habría sido ideal para los dos equipos dar por bueno el resultado en el descanso y ahorrarse un desgaste innecesario. El cuarto gol era mucho más probable que el segundo y lo único que podía «ganar» el Barcelona era que alguna de sus estrellas se lesionara. Raphinha saltó por los aires pero al final no fue nada; el Benfica todo lo hacía en fuera de juego de modo que era como si no hiciera nada.
El Barça no sólo no sufría sino que se gustaba y Lamine Yamal era generoso en todo: en el espectáculo ofensivo pero también en la responsabilidad defensiva y el equipo jugaba desahogado, con detalles técnicos vistosos, pero sin rebajar el compromiso, como si todavía la eliminatoria estuviera por decidirse. El Benfica no se rendía, trataba de correr cuando podía, pero sus jugadores esbozaban una mueca de inevitable resignación cada vez que la cámara les enfocaba. Tres veces, tres, se ha cruzado el Benfica con el Barça y las tres ha palmado. Queda mucho para mayo pero esto lo hemos visto antes. Si el Madrid no lo remedia en la final, este año el Barcelona será por segunda vez campeón en una ciudad alemana. Esto sí que sería un bello homenaje al doctor Miñarro.