La sonrisa metálica: el Barça de Lamine Yamal vuela en la Champions

A uno le da por pensar a veces que la vida debe ser algo parecido a una fiesta. Porque las fiestas siempre terminan. Hasta entonces, el deporte, el fútbol, conmueve, emociona, exalta y obliga a continuos vaivenes emocionales que no siempre resultan sencillos de gestionar. Este Barça tiene una sonrisa metálica. La de Lamine Yamal. Son esos alambres, finos y adolescentes, los que iluminan a un club cíclicamente atormentado, incluso maldito, pero que encuentra escapatorias cuanto más se arrima al fútbol. Cuanto más se arrima al resplandor que emana al prodigio.

El Barça, clasificado otra vez para los cuartos de final de la Champions tras repetir triunfo contra el frustrado Benfica (0-1 en Da Luz, 3-1 en Montjuïc), se encontrará en la siguiente curva con el vencedor del cruce Lille-Dortmund (1-1 en Alemania). Pero si bien la temporada pasada, aún con Xavi Hernández como entrenador, siempre quedaba la sensación de que a la fiesta sólo le quedaba una última canción, música para cerrar las discotecas, con Hansi Flick hay argumentos para seguir creyendo que esto es sólo el amanecer.

Si bien la victoria del Barça fue de lo más coral, fueron una serie de episodios los que quedarán por siempre incrustados en las meninges de los aficionados. Como quien divisa una piedra en el asfalto, retuerce el tobillo y, por un momento, sin que la piedra se haya movido del sitio, se siente como Messi destrozando la cadera de Boateng. Luego, el patadón al infinito.

Lamine y Raphinha celebran el primer gol contra el Benfica. / Jordi Cotrina

No serán pocos los niños y niñas, pero también quienes se reconcilian a diario con su infancia, los que prueben a imitar lo que le hizo Lamine Yamal al portugués Florentino. El delantero del Barça no cambió la orientación, cambió el curso del tiempo y de la memoria con su recorte. Florentino cayó de culo al suelo. A Otamendi no le hizo falta derrumbarse físicamente, ya lo hizo su cabeza por él. Se quedó en blanco el central mientras Lamine, no contento con ello, inventó una asistencia que no existía y ofreció a Raphinha el gol inaugural. A partir de ahí, ¿qué más se podía esperar?

Pues hubo más. Porque Tomás Araujo, el lateral del Benfica, tuvo que ver un rato después cómo Lamine, con apenas dos toques, le dejaba en Babia antes de presenciar desde la línea de fondo, y con gesto de extrema incomprensión, cómo el chico de Rocafonda enfocaba a la portería. La rosca a gol de Lamine Yamal, en realidad, fue lo de menos. Lo verdaderamente increíble del momento fue ver cómo al delantero, en una diagonal perfecta respecto al guardameta Trubin, ni siquiera le hacía falta mirar dónde estaba la portería para rematar su poema.

No estaban para mucha poesía los seguidores del Benfica, que respondieron encendiendo bengalas tal y como hicieron en Da Luz. Los hinchas del Barça, mientras, se deleitaban con un nuevo canto al fútbol de Pedri, de lleno en la carrera por el Balón de Oro. Incluso pudieron aplaudir de lo lindo a Balde, cuya carrera desgarró al Benfica antes de brindar la sentencia a Raphinha, quién si no. El brasileño amontona 27 goles y 16 asistencias esta temporada. Uno de los ‘upgrades’ más increíbles que se recuerdan en este deporte. Ni siquiera inquietó a los de Flick el momentáneo 1-1 de Otamendi tras un desliz de Araujo. La superioridad era demasiado grande. Tanto que la segunda parte fue como si no se hubiera jugado.

El Barça vio este martes cómo era enterrado quien fuera su ángel de la guarda en la camilla, el doctor Miñarro. Pudo honrar su memoria.

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